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Historia del básquet en la Argentina



  León Lamazou
Foto revista El Gráfico



1. Origen y difusión del básquet

En Argentina, el deporte asociativo —el básquetbol entre ellos— tuvo un lugar central en la configuración del espacio social.
Desde su introducción en nuestro país, el básquetbol trazó un mapa de indudable riqueza en la constitución de las identidades, especialmente en relación a la construcción de imaginarios locales y regionales vinculados al club, al equipo y al contexto barrial.
Parece ser que el básquetbol se jugó originariamente en dos lugares distintos, en forma casi simultánea pero independiente una de otra. Bahía Blanca y Ciudad de Buenos Aires fueron esos primeros destinos. En la Capital lo introdujo, en 1912, Philip Phillips, quien era director de Deportes de la Asociación Cristiana de Jóvenes. En Bahía, como veremos, un grupo de soldados norteamericanos improvisaron una cancha en ocasión del Centenario de la Revolución de Mayo.
La práctica del básquetbol se extendió rápidamente. Su expansión fue acompañada de un rico proceso de apropiación realizado por diversos sectores sociales, con predominio de la clase media, los cuales adoptaron sus consignas para desarrollar una práctica deportiva con sello exclusivamente local.



La Asociación Cristiana de Jóvenes

Hacia principios de siglo veinte algunas instituciones laico-religiosas llegaron a Buenos Aires con el objetivo de formar líderes juveniles destinados a difundir los principios cristianos y evangelizar a la población. Entre ellas, la Young Men’s Christian Association (YMCA) cumplió un papel fundamental en la introducción y difusión de muchos deportes de origen norteamericano. El básquetbol, el voley, el softbol, el béisbol, el fútbol de salón llegaron a la Argentina a través de la YMCA, la cual participó también en la creación de la mayoría de las federaciones deportivas del país.
La YMCA, más que un credo religioso, logró imponer un conjunto de prácticas y valores vinculados al deporte que tendrían mucha eficacia en la configuración del espacio y el lazo social. El caso del básquetbol es paradigmático en relación a dicho despliegue y permite trazar mucha de las coordenadas que definen dicha configuración.
Hacia 1912 se jugaban, en la sede de la YMCA, los primeros partidos de básquetbol en Buenos Aires. Allí se formaron varios equipos para intervenir en las competencias internas, los cuales irían luego a constituirse en equipos o clubes por fuera de la institución.
En 1921, bajo la iniciativa de varios militantes de la YMCA, se creó la Federación Argentina de Basket Ball, desde donde comenzó la difusión del deporte, no sólo en el ámbito de la Capital, sino también hacia el interior del país.
La YMCA apuntaba a reunir una elite de intelectuales, políticos, artistas, empresarios, etc., con el objetivo de difundir, a través de la entrada de los nuevos juegos, su misión evangelizadora. El deporte constituía la ocasión para promocionar, junto al mensaje tradicional de la iglesia sobre el espíritu, un nuevo estatuto sobre el cuerpo y una novedosa ideología vinculada a él.
Tras una larga noche que lo sumerge bajo las sombras del pecado, la sensibilidad moderna tomó al cuerpo como objeto de virtud, cuidado y placer. Los deportes modernos —el fútbol, el tenis, las carreras— nacidos en los reductos exclusivos de la burguesía inglesa del siglo dieciocho, se convirtieron en el símbolo de distinción de una clase que ascendía, en el umbral del capitalismo naciente, hasta lo más alto de la escala social.
El fair play fue la ideología que distinguió a aquellas exclusivas prácticas deportivas. La sana competencia, el juego limpio, el código caballeresco, el placer por el juego se distinguió de las prácticas incultas y salvajes del juego plebeyo, que la popularización de algunos deportes —el fútbol, entre ellos— comenzaron a generalizar.
En la Buenos Aires de principios de siglo veinte, al mismo tiempo que el fútbol comenzaba a profesionalizarse y popularizarse, se ofrecían a la elite porteña los nuevos juegos de importación. Estos, más que el signo de distinción de una clase , apuntaron —en tanto instrumentos de un misionariado excepcional— a la promoción y disciplinamiento de las capas medias y bajas que irrumpieron en el escenario urbano tras los primeros despliegues de la industrialización.
La YMCA supo instalar con eficacia la ideología del amateurismo. A través del básquetbol, principalmente (pero también de la natación, el atletismo, el voley, la gimnasia, etc.), se difundirán por toda la Argentina los valores del sportivismo y el deporte amateur.
Los basketbollers de la YMCA fundaron los primeros equipos, clubes y asociaciones en la capital, pero también llevaron el básquetbol al interior del país. Los nuevos practicantes secularizarían la competencia al mismo tiempo que el deporte progresaba, transformando el espacio y el lazo social.
En el proceso de su difusión, el básquetbol se encontró con otras configuraciones sociales que provenían de una genealogía diversa. Se trataba de la fundación de los clubes que, hacia la década del veinte, comenzaba a generalizarse y a poblar el espacio urbano.
El club proviene de la cultura asociativa que progresó hacia comienzos del siglo veinte, especialmente en los sectores populares vinculados a la inmigración. Allí fueron elaborados todo un conjunto de valores relacionados a la ayuda mutua, al trabajo, a la educación, al ocio de las clases trabajadoras y se crearon las instituciones que sostuvieron y promocionaron aquellas pretensiones de progreso y solidaridad.
Asociaciones deportivas, sociedades populares de la educación, de fomentos barriales, de protección de la infancia, etc. se multiplicaron luego del despliegue migratorio, y consiguen reformular el espacio social.
La fundación de clubes, de canchas de fútbol y de básquetbol, la ayuda a la escuela, al niño pobre, el dictado de cursos y conferencias y la realización de festivales, la construcción de viviendas fueron algunas de las actividades que se desarrollaron en el marco de un proceso de participación y creación.
El fenómeno asociativo no sólo permitió potenciar las iniciativas provenientes del Estado (educación, ayuda social, préstamos, etc.), sino también la invención o apropiación de las nuevas prácticas y espacios colectivos que surgían en distintos ámbitos de la geografía social.
Entre ellas se destacaba el fútbol, el cual durante las primeras décadas del siglo veinte comenzó a ser practicado masivamente por niños y jóvenes de 12 a 20 años. Introducido por los ingleses hacia el último cuarto del siglo veinte, jugado en las escuelas de ese origen y en algunas de la elite criolla, el fútbol será practicado, poco tiempo después, por hijos de inmigrantes, estudiantes, empleados, obreros y muchos niños pobres que habitaban los márgenes de la gran ciudad.
Agustina Prieto cuenta la historia de un muchacho pobre que jugaba al fútbol en el potrero y más tarde llegó a ser un ídolo popular. El relato evoca, además, la construcción del espacio urbano por parte de la clase obrera y destaca la cultura del trabajo y la vocación asociacionista que caracterizó a estos sectores populares, así como también aquellas prácticas vinculadas con el tiempo libre y sus formas habituales de diversión. El esfuerzo cotidiano en el trabajo; la vocación solidaria; la fuerte voluntad de ahorro, la educación de los hijos, la construcción de la vivienda son los elementos homogéneos de una cultura que encuentra en el deporte las vías para una nueva filiación.
La criollización y difusión de la práctica del fútbol fue el producto del fenómeno asociativo. Su crecimiento acompañó al desarrollo del espacio urbano, a la vez que articulaba, más que su geografía, los rasgos fundantes de una identidad local.
Un proceso similar ocurrió con respecto a la apropiación del básquetbol, aunque con focalización mayor en los sectores medios urbanos a excepción de algunos despliegues en el interior.
No obstante, tras sus primeros desarrollos ambos deportes seguirán caminos diversos. El fútbol conocerá muy pronto el profesionalismo mientras que el básquetbol seguirá por mucho tiempo el trazado de su impronta fundacional.



El básquetbol en la ciudad de Buenos Aires

Los primeros clubes de básquetbol que se crearon en Buenos Aires surgieron de las escisiones que se producen en la YMCA desde la década del veinte. En 1921, un grupo de alumnos de P. Phillips fundó Olimpia , el cual sería el primer campeón de la Federación Argentina, creada algunos años después. En 1933, otro grupo de jugadores de la Asociación Cristiana fundó El Tala, también protagonista importante de aquella etapa fundacional.
Varios clubes tradicionales de fútbol (Independiente, Boca, River, Platense, San Lorenzo, Racing) participaron, asimismo, de los primeros ensayos, y compitieron luego en los torneos que organizaría la Federación Argentina.
Algunos equipos eran verdaderos team de potrero, como Estrella, que venía del Parque Avellaneda, o el Sportivo Social Club —cuya cancha había sido construida por sus jugadores—, el cual llegó en 1938 y 1939 a ser campeón de la Federación.
Otros equipos salían de los clubes de la elite porteña, como Gimnasia y Esgrima, la Asociación Natio de Buenos Aires, Universitarios o el Hindú Club.
Hacia la década del treinta el básquetbol se había difundido por todo Buenos Aires. La competencia aumentaba y se diversificaba, mientras el público entusiasmado con el nuevo deporte establecía, en relación al equipo favorito, sus lazos de identidad.
Algunos medios de comunicación participaron en la difusión, entre ellos el diario el Mundo y, especialmente, la revista El Gráfico. Esta publicación —referente obligatorio de una historia del deporte argentino— no sólo contribuyó en la creación de una narrativa y una mitología del básquetbol sino también organizaba campeonatos para promocionar el juego.
En agosto de 1929, en la YMCA, se creó la Confederación Argentina de Basket Ball, con la participación de delegados de la Capital, Córdoba, Santa Fe, La Rioja, Federación del Norte y Bahía Blanca.
La Federación Argentina, imbuida del espíritu misionero que había sido introducido por los militantes de la YMCA, orientaba la difusión del básquetbol, tanto en Buenos Aires como en el interior.





Francisco del Río
Revista El Gráfico


2.  El Campeonato Argentino

El amateurismo y la ética asociativa estuvieron presentes en la fundación del básquetbol en Argentina. Un tercer elemento contribuirá a impulsar un desarrollo que en poco tiempo alcanzará su mayor expansión.
Se trata de la promoción de un espacio competitivo nacional que comenzó a tomar forma muy rápidamente, luego de los primeros pasos y las primeras fundaciones.
En 1928, la Federación Argentina organizó en la ciudad de Buenos Aires el primer Campeonato Argentino de Básquetbol, inaugurando una competencia que progresará y se convertirá más tarde en símbolo del deporte amateur.
Para entonces, el básquetbol había sido llevado a Córdoba, Rosario, algunas ciudades del norte bonaerense y algunas provincias del noroeste por militantes de la YMCA. También se practicaba en Bahía Blanca donde, según algunos testimonios, era conocido desde 1910.
Las primeras dos ediciones del Campeonato Argentino fueron organizadas por la Federación Argentina y se jugaron en la cancha de polvo de ladrillo de la YMCA. En 1929, mientras se celebraba la segunda edición fue creada la Confederación Argentina de Basket Ball, tras la iniciativa de la Asociación Cristiana y la aprobación de dirigentes porteños, cordobeses, santafesinos, riojanos, bahienses y del norte bonaerense.
Luego de cuatro ediciones en la Capital, el campeonato argentino se realizará sucesivamente en Córdoba, Mendoza, Rosario, Tucumán, San Juan, Salta y Jujuy. Cuando en 1939 se realiza en Bahía Blanca ya había sido bautizado como “el más argentino de los campeonatos”, y quince delegaciones participaban de aquella edición.
En el espíritu que animó a los primeros dirigentes, existía una voluntad de ampliar la geografía del básquetbol. Sin duda, aquella voluntad coincidía con otras utopías fundacionales —la escuela pública en primer lugar— que pretendían integrar a la heterogénea población de nuestro país en una genealogía nacional.
El campeonato de Bahía Blanca da cuenta de aquella expansión, como también de todo un conjunto de mitos, rituales, significaciones diversas que se fueron elaborando en relación al básquetbol e impregnarán fuertemente el imaginario del deporte.
En febrero de 1939 se realizó, en la plaza de Bahía Blanca, la ceremonia inaugural del XI Campeonato Argentino. Luego de los discursos del intendente de la ciudad y de un periodista, se plantó una tipa tucumana y se cubrieron sus raíces con tierra que había sido traída por cada una de las delegaciones participantes. El intendente de la ciudad destacaba la notable convocatoria, y saludaba a las delegaciones provinciales, las cuales:


“dibujaban con la presencia de su juventud generosa e idealista el verdadero mapa de la República y otorgaban a Bahía Blanca el insigne honor de recibirla bajo su cielo diáfano y azul, y de estrecharla con el afecto que proviene de su tradicional espíritu hospitalario y confraternal” (BOURNAUD, 1972)

Hacia fines de la década del treinta y principio de la del cuarenta, el Campeonato Argentino gozaba de prestigio y popularidad. Cuando en el partido final del X Campeonato, jugado en Jujuy, se encontraron Santiago del Estero y Santa Fe —éste último había ganado los dos últimos realizados en Salta y San Juan— el público local acudió masivamente al estadio para alentar al equipo santiagueño.
La magnitud del encuentro puede ser apreciada en el testimonio del árbitro que dirigió aquella final:


“Me impresionó un poco la responsabilidad que asumía, pese a que ya llevaba ocho años actuando como árbitro en la Asociación Bahiense. Pero más me impresionó el espectáculo que significaba un estadio rebosante de público y el clima que se vivía en las tribunas. Se podía admitir el aserto de que todo Jujuy se había colocado en el escenario de la final, tanto que no funcionaron los cinematógrafos y se suspendieron bailes y reuniones sociales anunciadas para esa noche.” (BOURNAUD, 1972)

Veamos otros indicadores de la importancia que iba adquiriendo el básquetbol. En ocasión del Campeonato Argentino de Bahía Blanca se inauguró un estadio con capacidad para 5.000 personas, que fue colmado cuando Capital y Santa Fe disputaron la final.
La cobertura periodística que tuvo dicho campeonato, la cual alcanzó a ocho diarios (La Nación; La Razón; El Mundo; La Gaceta, de Tucumán; La Capital y La Tribuna, de Rosario; La Voz del Interior, de Córdoba y Los Andes, de Mendoza) y tres revistas, fue la mayor que desplegó la prensa local y nacional hasta entonces.
El Campeonato Argentino funcionó en esta etapa pionera como un eficaz instrumento de propagación y difusión, pero también cumplió un papel determinante en la promoción de una geografía del básquetbol que se constituía y progresaba en nuestro país.
Quizás, la expresión mejor lograda de aquella construcción pueda rastrearse en algunos episodios míticos extraídos del historial del campeonato. Ente ellos, sobresale aquel protagonizado en Bahía Blanca, a propósito de la final del Campeonato Argentino de 1957.
Según la crónica, un clima de fiesta y alegría popular había acompañado la realización del torneo. Cada club de Bahía había elegido su reina; los diarios, revistas y emisoras de radio creaban un clima de exaltación; el periodista del diario El Mundo, de Buenos Aires, Salustiano González (considerado el ideólogo y principal difusor del Campeonato Argentino) se había instalado en la ciudad dos meses antes del comienzo de la competencia para colaborar en la organización.
Cuando el 17 de febrero, el basquetbolista bahiense Héctor Bournaud hizo su entrada en el estadio de Estudiantes, llevando la llama del básquetbol, “el espectáculo era imponente”. Más de cinco mil personas presenciaron la ceremonia inaugural, donde quinientos deportistas “que simbolizaban la unidad nacional entonaron al unísono las estrofas inmortales del himno patrio”. (BOURNAUD, 1972, 92).
El increíble episodio ocurrió durante la jornada final del campeonato que se disputó entre el equipo local y el seleccionado mendocino. Aquella noche “una marea humana” había llegado hasta el estadio para alentar al equipo local y cerca de mil aficionados debieron forzar los portones de acceso para no perderse la gran final. Pese a que el público llegaba hasta el mismo rectángulo que delimita el campo de juego, el partido se desarrolló dentro de un clima —pasional sin dudas— pero sin salirse de lo normal.
Tras una ventaja inicial conseguida por los mendocinos, el equipo bonaerense, que tenía mayoría de jugadores bahienses, logró la victoria final. Es entonces cuando el estadio estalla y, en medio de la fiesta, entre jugadores en andas y el grito de “campeón”, ocurrió algo inesperado:

“…los jugadores mendocinos tuvieron entonces un gesto casi insólito, pero que llenó de alegría y de satisfacción a cuantos entienden al deporte como un elemento positivo de acercamiento y confraternidad. Agrupándose en el centro de la cancha comenzaron a cantar. Primero en medio del bullicio general. El público que no salía de su asombro, fue haciendo silencio. Las dos últimas estrofas de la simpática canción se hicieron voz emocionada en medio de un silencio casi religioso. Y cuando con el “¡Duro Mendoza… Duro Bahía!” se puso término a la canción, el estadio volvió a estallar en una ovación sin precedentes.”(BOURNAUD, 1972: 94)
Fiesta, victoria, ritual, fair play, regionalismos, nacionalismo se entrecruzan en un escenario que articula al deporte con una voluntad de progreso e integración.
Un clima de celebración había surgido en torno al “Argentino”. Los mitos, las leyendas, los personajes, las noches inolvidables se anudaban fuertemente al juego, en un despliegue virtuoso de folclore y básquetbol.
Quizá el “Argentino” jugado en Santiago del Estero en 1965, que enfrentó en la final a los santiagueños de Chazarreta con el ilustre trío bahiense (Fruet, Cabrera y De Lizaso) de provincia de Buenos Aires, haya dado alguno de los momentos más emocionantes y pasionales de su rico historial.
Aquella noche, veinte mil personas acudieron al Parque Aguirre a presenciar el gran encuentro. En una cancha levantada sobre el río Dulce y con los clarines en la tribuna entonando la “Zamba de Vargas”, Santiago derrotaba al bicampeón Provincia de Buenos Aires por un punto, en tiempo suplementario, y desataba el delirio local.
El modelo asociativo, amateur y regionalista que dibujaba el básquetbol logró crear significaciones fundamentales anudadas al deporte e instituir un imaginario eficaz en la constitución de identidades locales. El Campeonato Argentino ocupó un lugar privilegiada en aquella construcción y desplegó más que una competencia exitosa los rasgos fundante para una novedosa identidad.




Oscar Furlong
Revista El Gráfico


3. La fiesta del cincuenta


Profesionales versus amateurs

En agosto de 1929, en la YMCA, se creó la Confederación Argentina de Basket Ball, con la participación de delegados de la Capital, Córdoba, Santa Fe, La Rioja, Federación del Norte y Bahía Blanca.
Comenzaba a consolidarse la estructura institucional del básquetbol argentino y los conflictos no tardarían en aparecer. En 1936, los clubes de fútbol rompen con la Federación Argentina de Basket Ball (más tarde cambiará su nombre por el de Asociación Porteña) y crean la Asociación de Basket Ball de Buenos Aires.
Existe un sugestivo silencio sobre este episodio de la historia del básquetbol. Sepultado en el olvido, no resulta sencillo reconstruir las coordenadas que trazaron su racionalidad. Los escasos testimonios y documentos existentes parecen inscribir el episodio en un intento de profesionalización del básquetbol que lideraron los clubes de fútbol de la Capital.
La creación de la Asociación de Buenos Aires estaría vinculada al conflicto amateurismo/profesionalismo que tensó a la dirigencia capitalina y programó aquella escisión.
En el contexto de una avanzada profesionalización del fútbol, el básquetbol —que se difundía rápidamente— sedujo a los clubes grandes del deporte más popular. Boca, River, Racing, San Lorenzo habían comenzado a pagar viáticos por medio de lo cual lograba atraer a los mejores jugadores de equipos más modestos y avanzaban hacia la formación de una elite local.
Aquella novedad debía chocar, finalmente, con el fino espíritu amateur que había presidido, gracias al legado de la Asociación Cristiana, toda la genealogía de la Federación.
La ruptura no se produjo sólo en Buenos Aires sino, que se extendió hacia el interior e alcanzó el ámbito de la Confederación Argentina. En 1943 se producen algunas desafiliaciones en la Confederación (San Lorenzo, Federación de Córdoba) y se ejercen presiones muy fuertes sobre todo el ámbito confederativo (en 1945 se desafilian Estudiantes de Bahía Blanca y Sportivo Bahiense).
Los grandes del fútbol proyectaban crear la Liga Argentina de Basket Ball y profesionalizar la competencia, desechando el modelo amateurista. El periodista Agustín Selsa Lozanos, seudónimo de Salustiano González, criticaba la iniciativa desde el diario La Nueva Provincia, en estos términos:


"El básquetbol, ya lo he dicho en notas anteriores, es el único deporte argentino que cuenta con una estructura argentina y democrática. Ellos, los que al fútbol administran quieren la hegemonía de los ricos y poderosos. Pretenden destruir el sistema confederativo que adoptó el básquet, valiéndose del poder del dinero. No quieren que pequeños y grandes, ricos y pobres, vivan mancomunados laborando por la grandeza del básquetbol amateur. Quieren tener en sus manos el poder discrecional del dictador, tal cual en la actualidad lo poseen en el fútbol los clubes grandes y económicamente poderosos. Basados en ese poder, con algunos lugartenientes y un capitán al frente, van a lanzar su ofensiva por todos los ámbitos del país con el fin de conquistar simpatías y atraer a las espúreas filas de la Liga Argentina de Basket Ball a aquellas instituciones que dirigidas por gentes de su misma laya, se deslumbren ante el oropel de sus promesas." (SELSA LOZANO, 1941).
El debate atravesó la década del cuarenta y retornó dramáticamente en 1956 cuando, tras el golpe de Estado que derrocó a Perón, fue decapitada la elite del básquetbol argentino.
Las huellas del conflicto pueden rastrearse hasta el Campeonato Argentino de 1939, cuando el Congreso de Delegados prohibió participar a dos jugadores de la delegación capitalina por ser empleados del club River Plate (BOURNAUD, 1972:42). En 1942, la Federación de Buenos Aires inhabilitó al jugador de San Lorenzo, José Biggi, acusándolo de profesionalismo. En 1948 ocurrió lo mismo con once jugadores, algunos de ellos también de San Lorenzo, cuando se preparaba una fusión de la Asociación de Basket Ball de Buenos Aires con la Asociación Porteña.
El conflicto amateurismo/profesionalismo se sobreimprimía sobre otros —interior/capital, básquetbol/fútbol, democracia/autoritarismo— dibujando un escenario sumamente complejo, donde se cruzaban deporte, política y poder.



Campeones mundiales

Pese al conflicto, en todo el período que va del cuarenta hasta mediados de los cincuenta, el básquetbol en Buenos Aires se expandió y alcanzó popularidad.
Varios factores contribuyeron para que fuera así. En primer lugar, no se había agotado todavía el vigor fundacional de los pioneros y progresaba aún el espíritu de la YMCA. En segundo lugar, el contexto económico y social que permitió el avance de los sectores medios y trabajadores durante el gobierno de Perón. Finalmente, las políticas deportivas del peronismo apuntalaron tanto al deporte social como al de alta competencia, lo cual mantuvo en baja intensidad el enfrentamiento institucional del básquetbol, por lo menos, hasta la caída de Perón.
Hacia 1950, el básquetbol de Buenos Aires tenía dividida su elite. Del lado de la Federación (que en 1951 pasó a denominarse Asociación Porteña) estaban Gimnasia y Esgrima de Villa del Parque y Palermo, en primer lugar. Por la Asociación Buenos Aires, sobresalían Platense, San Lorenzo y Racing.
Hemos visto el enfrentamiento que existía entonces entre ambas instituciones. La Federación representaba el más puro espíritu asociacionista y amateur, e incluía a los clubes más tradicionales del básquetbol local. La Asociación, en cambio, era la abanderada del profesionalismo y sus equipos estaban animados por una intensa voluntad de triunfar.
El manejo real en la organización del Mundial estuvo en manos de la Federación de Basket Ball de Buenos Aires quien gravitaba todavía con mucha fuerza en la estructura institucional del básquetbol nacional.
Es posible encontrar, a propósito del Campeonato Mundial del cincuenta, la problemática central que tensionaba al básquetbol de nuestro país. En primer lugar, la tensión entre el juego amateur o profesional; pero también la posición hegemónica que lograba la Federación no sólo con respecto a su competidora local, sino también al básquetbol del interior.
Ciertos hechos y algunos testimonios dan cuenta de aquella hegemonía. Hemos dicho que San Lorenzo era el principal protagonista en la competencia de la Asociación cuando se acercaba el año 1950. Entre 1946 y 1952 ganó ocho de los dieciséis campeonatos principales de los cuales participó y un número también importante de torneos amistosos. Pese a tener en su equipo a varios jugadores con trayectorias y rendimientos de alto nivel, ninguno de ellos fue incluido en el equipo que disputó el Mundial.
Osvaldo Orcasitas presume, a propósito de esta cuestión, la existencia entonces de presiones “subliminales” de la Federación para que los jugadores de San Lorenzo sean excluidos de la selección. (Orcasitas, XXV)
En dicho contexto, los clubes apostaron por la espectacularidad. Boca, Platense, San Lorenzo, Racing, Parque, Palermo armaban equipos estrellas y luchaban en el escenario de una competencia cada vez mayor. Los clásicos de entonces —Parque/Palermo; San Lorenzo/Racing; etc.— eran presenciados por una multitud especialmente si se trataba de finales.
En 1953, el partido de la segunda rueda entre Racing y Platense no se pudo jugar por exceso de público. Finalmente, se jugó algunos días después en el famoso Gasómetro, el estadio de fútbol de San Lorenzo (Orcasitas, XXV).
Entre 1945 y 1955, la Argentina vivió un clima que puede caracterizarse como "fiesta deportiva". Junto a la experiencia peronista se produjeron una serie de éxitos deportivos de resonancia: el triunfo, en 1950, del seleccionado argentino sobre Estados Unidos en la final del Mundial en Buenos Aires; los Campeonatos Sudamericanos de Fútbol de 1946 y 1947; la medalla de oro ganada en la maratón por Delfo Cabrera en los Juegos Olímpicos de Londres en 1948; el triunfo de Domingo Marimón en el mismo año en la competencia automovilística "América del Sur" entre Buenos Aires y Caracas; la espectacular performance de Juan Manuel Fangio en Europa, quien en 1951 y 1954 obtiene el campeonato mundial de Automovilismo; los Juegos Panamericanos de 1951; los triunfos del "Mono" Gatica; los campeonatos de box ganados por Pascual Pérez y Rafael Iglesias en sus respectivos pesos; los resultados en las pistas automovilísticas de los hermanos Gálvez; el torneo mundial de Ajedrez de Copenhague ganado por Oscar Panno; el triunfo, en 1950, del equipo de polo de Venado Tuerto sobre un combinado estadounidense fueron algunos de los logros de mayor trascendencia.
El Campeonato Mundial del cincuenta, organizado por la Confederación Argentina, pero manejada por la Federación de Buenos Aires, representó una magnífica ocasión, que no desaprovechó el peronismo, para promocionar el básquetbol argentino y posicionarlo en el ámbito internacional.






Carlos Pérez Correa
Revista El Gráfico


4. El básquetbol en el interior

 

Luego de Buenos Aires, el básquetbol creció en Córdoba, Rosario, Santa Fe y Santiago del Estero, principalmente. El despliegue en la provincia de Buenos Aires siguió dos caminos distintos. Por un lado, las ciudades del norte (Pergamino, San Nicolás, Junín y La Plata) vinculadas con la Capital, y por el otro, Bahía Blanca, con desarrollo propio.
De las ciudades importantes del interior, parece haber sido Córdoba donde primero se difundió el básquetbol. Llevado por un apasionado militante de la YMCA, el juego se difundió rápidamente desde la década del veinte en la capital de la provincia y luego pasó al interior.
El Gráfico, en la edición del 14 de abril de 1934 publicó una nota sobre los orígenes del básquetbol en la Argentina, en la cual hacía referencia a la fundación del básquetbol cordobés y sus primeras distinciones:

A nuestro colaborador Carlos Pérez Correa se le debe el rápido progreso del básquetbol en Córdoba, realizado con tanto éxito que los cordobeses son, en la actualidad, campeones argentinos.

El 12 de febrero de 1954, poco después de que Córdoba se consagrara nuevamente campeón argentino, la revista deportiva recordaba a Pérez Correa y su ímpetu fundador:

"En estos momentos en que Córdoba festeja la obtención del Campeonato Argentino sean nuestras primeras palabras de enternecido homenaje a quien se constituyó en la figura señera del básquetbol triunfante
[…]
Aquel lírico tenía un horizonte (enseñar básquetbol) y una religión (la cultura integral).
Formado en el triángulo equilátero de la Y.M.C.A., Asociación Cristiana de Jóvenes, sus ocupaciones lo llevaron a viajar por la Docta y allá desparramó la simiente de sus conocimientos técnicos unidos al consejo de acendrado deportista.
Llevaba consigo los tableros de básquetbol y en cada lugar, propicio o no, impartía sus conocimientos con candorosa y admirable generosidad.
No esperaba otra recompensa que la de asistir al progreso de sus discípulos, y quiso el destino que gustara de la emoción que para él significara ver a Córdoba con un gran equipo y campeón." (El Gráfico, 12/02/1954)

 
En aquel campeonato de 1954 se repetía la participaron de veintiún equipos por tercera vez en sus veintidós ediciones. La final entre Córdoba y Santa Fe se jugó en el estadio de fútbol de Belgrano con la presencia multitudinaria del público cordobés.
Es posible que el primer equipo célebre de Córdoba haya sido el mítico Los Cóndores, del barrio Güemes. Aquel modesto club —tenía una canchita de piso de tierra que luego fue de mosaicos rojos— llegó a contar más tarde con varios jugadores internacionales y fue campeón de la Asociación.
Hacia fines de los cuarenta y durante la primera mitad de la siguiente década surgía un equipo que sería histórico en el básquetbol nacional: Atenas. Sus mejores jugadores de entonces fueron conocidos como “los diamantes negros”, quienes ganaron, entre 1948 y 1956, ocho títulos de la Asociación Cordobesa; sin dudas, la primera gran proeza del básquetbol de Córdoba.
General Paz Juniors, en los sesenta, era considerado como el mejor equipo de la década. Se lo conocía como “Las estrellas blancas” y juntó a jugadores de gran trayectoria nacional e internacional como Gustavo Chazarreta, Guillermo Riofrío, Marcelo Farías, Samuel Oliva, Hugo Olariaga. En 1963 realizó una gira por Buenos Aires y La Plata, donde enfrentó a los mejores equipos locales, y volvió a Córdoba con tres victorias sobre cuatro partidos jugados. Dos años después, el equipo fue invitado a Bahía Blanca, donde venció en dos oportunidades a la selección bahiense de Cabrera, De Lizaso y Fruet (ORCASITAS, XXXII).
Rosario y Santa Fe siguieron a Córdoba en el desarrollo del básquetbol en el interior. El básquetbol santafesino ha sido uno de los más importantes de toda la historia y probablemente sea una de las provincias que más jugadores ha aportado en el ámbito internacional.
Santa Fe se destacó luego de Capital y Córdoba. Dominó claramente los campeonatos argentinos desde mediados de la década del treinta hasta principios de los cincuenta y aportó varios nombres ilustres a la elite nacional.
En la capital santafesina el equipo de Gimnasia y Esgrima sobresalía en todo los ámbitos. Ganó diez títulos en quince años desde 1932 en la Asociación Santafesina y salió campeón argentino de clubes en el 38 y 39. También se destacaban Rivadavia Juniors, Regatas y Unión.
Rosario, donde brillaba Newel´s Old Boys, que tenía su cancha de polvo de ladrillo en Maipú al 1200, aportó varios mundialistas al histórico equipo del cincuenta. Newel’s fue campeón de la Rosarina doce veces consecutivas entre 1943 y 1954, y ganó también cinco veces (1944/48) el campeonato provincial. En aquel equipo se destacaban los mundialistas Del Vecchio —de gran actuación en la final contra los norteamericanos— y Lozano.
En algunas ciudades importantes del norte bonaerense, el básquetbol tuvo también una rápida difusión. Esto ocurrió en Pergamino y San Nicolás, especialmente, adonde fue llevado por Pérez Correa.
Desde Pergamino el juego llegó al sur santafesino, a través de R. López Jacov quien era jefe del cuerpo de Basket Ball del club Gimnasia y Esgrima y participó en la fundación de la Confederación Argentina en representación de la Federación Norte.
Hacia principios de 1932, en la ciudad de Firmat se inauguraba la cancha del Firmat Foot Ball Club, tras las visitas de López Jacob, y se iniciaba un desarrollo que llevaría a la ciudad del sur santafesino a ganarse un lugar en la historia del básquetbol regional.
Finalmente, debemos mencionar a Santiago del Estero, donde el básquetbol arribó en 1920. Hacia fines de la década del treinta comenzaban a destacarse el mítico Inti (“sol”, en quichua) y Estudiantes Unidos, la crema del básquetbol santiagueño.
El básquetbol de Santiago está entre los más importantes del país. Tuvo su periodo de esplendor entre 1937 y 1968 —época de los grandes jugadores— cuando logró triunfar en cuatro campeonatos argentinos y nueve veces llegó a subcampeón.






José De Lizaso y Atilio Fruet
Revista El Gráfico




5. La capital del básquetbol


La primera fundación

Según el diario La Nueva Provincia, fue en 1910 cuando se jugó el primer partido de básquetbol en Bahía Blanca, en ocasión de los festejos del centenario de la Revolución de Mayo.

“Año 1910, mes de mayo, en un día cercano al 25, como el que corre. Una importante flota de buques deja caer sus anclas en la salobre ría de Bahía Blanca, pero sus tripulantes vienen en son de paz, de unirse a una importante celebración para la Argentina… y, de paso, practicar deporte en las horas libres, como se verá.
Las naves South Dakota, Tennessee (insignia), Montana, Chester y Maans (transporte) provenientes de los Estados, Unidos bajo el mando del almirante Stanton y la Ikoma, de Japón, cuyo comandante era I. Shoji, tras haber fondeado en Montevideo dejaron atrás Buenos Aires y echaron amarras en el entonces llamado Puerto Militar.” (OTAOLA, 2001)

Un grupo de marinos de aquella flota visitó la iglesia metodista de Belgrano y Dorrego, e improvisaron allí una cancha de básquetbol y otra de béisbol. Si la referencia es correcta, en aquella oportunidad se habría jugado el primer partido de básquetbol en la Argentina.
Otras fuentes consignan la existencia de un club llamado Cosmos, ubicado detrás del templo anglicano en Gorriti y Almafuerte, donde se jugaba básquetbol, pocos años después de la visita de los norteamericanos (BOURNAUD, 1972:12).
La genealogía del básquetbol en Bahía Blanca muestra algunas características divergentes de aquellas que irradiaban desde Buenos Aires, la cual apuntaba, como vimos, a la formación de líderes, especialmente, entre las capas medias y altas de la población.
Unos años después de aquel mítico encuentro entre marinos norteamericanos, el juego en Bahía aparecerá vinculado a los empleados ferroviarios de origen británico, que se habían radicado en la ciudad. El Bahía Blanca Pacific Railway Atletic Club, el Cosmos Club, el Australianos (formado por empleados de Agar Cross) figuraban, junto al núcleo de jugadores del templo Metodista, entre los clubes pioneros del básquetbol local.
Hacia 1916, el centro de las actividades lo constituía el Pacific Atletic Club, donde se realizaban torneos internos y encuentros amistosos con Porteños (un club de fútbol), Australianos y Belgrano (metodistas).
El 16 de mayo de 1917 se creó la Liga Bahiense de Basket Ball, cuyo primer y único presidente fue el británico Roberto L. Clegg. Un mes después de aquella fundación comenzó el torneo de la Liga con la participación de siete equipos.
Cuatro de aquellos equipos agrupaban a empleados y obreros del ferrocarril y empresas subsidiarias del mismo (Vías y Obras, Tráfico y Telégrafo, Tracción y Talleres, y Aguas Corrientes-Luz y Fuerza). Completaban el grupo Australianos, Porteños y Belgrano.
La trayectoria del Ingeniero Clegg, jefe del Departamento Vías y Obras del ferrocarril Pacífico, es paradigmática en cuanto a la participación de los primeros grupos e instituciones que introdujeron el básquetbol en nuestro país.
Sigamos el relato de Abel Bournaud sobre el desarrollo y epílogo de aquel primer intento de institucionalización del básquetbol bahiense:

“La mayoría de los partidos eran controlados por el ingeniero Clegg y Jorge Moore, el caballeresco deportista que era figura destacada en diversas manifestaciones y que llegó más tarde a ejercer la presidencia del club Pacífico.
El torneo se desarrolló con real entusiasmo (muy pocas veces el equipo ganador superaba los 20 puntos), y cuando el certamen arribaba a su término, compartían el primer puesto los equipos de Australianos y Vías y Obras, a los que correspondía enfrentarse en la última fecha del programa. Entre los jugadores de ambos conjuntos se había creado una marcada rivalidad, acentuada por la forma en que entonces se jugaba, con permanentes contactos cuerpo a cuerpo y sin la limitación que hoy imponen las faltas personales. Transcurría el segundo tiempo y ganaba Australianos por 15 puntos a 12, cuando se suscitó una incidencia a raiz de un fallo del árbitro. Australianos no acató la decisión del juez. “Entendíamos que el fallo no era equitativo”, nos decía muchos años después el señor Arturo Draper, uno de los integrantes de Australianos, que falleció hace algunos años y con el cual pudimos recomponer muchas de las jornadas iniciales del baloncesto bahiense.
Lo cierto es que el partido quedó trunco, la incidencia nunca llegó a ser considerada por el consejo de la Liga, que dejó prácticamente de funcionar y el torneo se malogró. El señor Clegg, indignado por la intemperancia de los jugadores, retiró el trofeo y el básquetbol desapareció de la programación deportiva local en donde brillaban otras manifestaciones con mayor arraigo, como fútbol, criquet, atletismo y ciclismo.”

El retiro de Clegg, quien “llevaba en su sangre ese espíritu deportivo que había heredado de sus mayores” , junto a las circunstancias del mismo, aporta luz sobre el desencuentro que se produjo en la Argentina entre los introductores del básquetbol y sus primeros practicantes.
Un destino similar tuvo la Young Men’s Christian Association quien se retiró de las competencias al poco tiempo de introducir el básquetbol en Buenos Aires y en gran parte de la Argentina. La pasión, el exceso, la indisciplina y la rebeldía de los basketboller criollos desencantaba al fino espíritu que ingresaba desde Massachusetts o desde los exclusivos reductos del sportivismo inglés.



El reinado de Provincia

Las características particulares de la historia del básquetbol bahiense pueden explicar el extraordinario desarrollo que alcanzó este deporte y que llevó a Bahía Blanca a ser considerada, más tarde, como la capital del básquetbol argentino.
El básquetbol de Bahía sorprende por la fuerza y calidad de su desarrollo. No obstante, el despliegue de una competencia intensa, amplia y equilibrada no es patrimonio exclusivo de la ciudad del sur bonaerense, sino también, aunque con menor intensidad, de otras ciudades del interior del país.
Desde su segunda fundación (la Asociación Bahiense de Basket Ball se creó en 1929) el básquetbol de la ciudad desarrolló una competencia interna que progresó rápidamente. Luego de su creación, la Asociación contaba con equipos de primera, segunda, tercera división y cadetes, mientras que algunos años más tarde las categorías menores superaban el centenar de equipos (BOURNAUD, 1972:24).
Hacia principios de la década del 40, el básquetbol bahiense sobresalía en el ámbito de la Federación Bonaerense, creada en 1935 con sede en Bahía Blanca. Dicho liderazgo se extendió luego a todo el país, llegando hasta la década del 70, en los umbrales de la Liga Nacional.
La clave del desarrollo bahiense estaba en su competencia interna. A poco más de una década del inicio de las competencias, los principales animadores de la misma habían logrado establecerse como protagonistas, con una clara identidad y continuidad. Junto a Estudiantes, Olimpo, Pacífico y Liniers, instituciones históricas del básquetbol bahiense que fueron fundadoras de la Asociación, pronto aparecerán nuevos equipos, como Sportivo Bahiense y Altense de Punta Alta, que dominarán la competencia durante distintos períodos hasta 1950.
El protagonismo alternativo de estos equipos permitió el surgimiento de fuertes identidades deportivas que dibujaron una rica geografía local. Las competencias atraían a una gran cantidad de público, especialmente las finales de campeonato, y movilizaban a la prensa de la ciudad.
El clásico que surgió en aquellos primeros años —Pacífico y Sportivo Bahiense— llegó a convocar en la final del torneo de 1941 cerca de cinco mil espectadores que colmaron el estadio de Estudiantes.
Quizás la noche que más público acudió a un partido de básquetbol en esta etapa anterior a lo que podríamos llamar la época clásica del básquetbol bahiense (décadas del sesenta y setenta) fue aquella de la final de 1957, entre mendocinos y bonaerenses, cuando cerca de seis mil personas desbordaron el gran estadio.
En aquella fecha el equipo bonaerense, con mayoría de jugadores de Bahía, se había coronado campeón. Sin embargo, debieron pasar nueve años para que se inicie la seguidilla de diez campeonatos argentinos ganados sobre doce jugados, desde 1966 hasta 1977, siempre en tierras lejanas.
Allí, junto a otras proezas mayores (su reinado en la provincia, el dominio sobre los equipo de Capital Federal, el surgimiento de los tres monstruos: Cabrera-Fruet-De Lizaso), se elaboró aquella leyenda sobre el poderío bahiense, símbolo, sin duda, del básquetbol del interior.


Fuente:
de la Vega, E. (2006) La gloria del básquetbol. Genealogía del dream team argentino. Homos Sapiens. Rosario.






Documental sobre Pedro Alberto Cabrera
Fuente: You Tube